Durante décadas, algunas de las tradiciones más arraigadas de Paredes de Melo parecían condenadas al olvido. El paso del tiempo, los cambios en los hábitos sociales y la emigración de las nuevas generaciones hacia las ciudades pusieron en pausa muchas de esas costumbres que antaño marcaban el pulso vital del pueblo. Sin embargo, algo está cambiando. Un creciente interés por las raíces, impulsado en gran parte por jóvenes que miran al pasado con respeto y al futuro con compromiso, ha comenzado a devolver la vida a celebraciones, oficios y expresiones culturales que muchos daban por perdidas.
El renacer del “Baile del Gallo”
Uno de los ejemplos más visibles de esta recuperación es sin duda el “Baile del Gallo”. Esta antigua tradición, que se celebraba a finales de invierno, consistía en una procesión festiva donde los mozos del pueblo, acompañados por músicos y ataviados con trajes típicos, danzaban alrededor de una figura simbólica de un gallo hecha con cintas, flores y telas.
La última vez que se había organizado con todo su esplendor fue en la década de los años 80. A partir de ahí, y con la emigración masiva de jóvenes, la costumbre desapareció de las plazas y de las calles. Pero en 2022, un grupo de estudiantes universitarios originarios del pueblo propusieron recuperarla como parte de su proyecto cultural. Tras consultar a los mayores y revisar los archivos del Ayuntamiento, consiguieron organizarla con una sorprendente fidelidad al rito original.
“Queríamos que nuestros abuelos se sintieran orgullosos. Muchos no podían creerse que volvieran a oír los tambores y las flautas recorriendo el pueblo”, nos cuenta Marta Jiménez, una de las impulsoras del proyecto y actual presidenta de la Asociación Juvenil de Paredes de Melo.
La costura en la plaza: talleres que unen generaciones
Otra señal del retorno de lo tradicional ha sido la aparición, cada martes por la tarde, de un grupo de mujeres jóvenes sentadas con bastidores y ovillos en la plaza del Ayuntamiento. Junto a ellas, algunas abuelas enseñan técnicas que aprendieron cuando eran niñas: encaje de bolillos, bordado en punto de cruz, costura decorativa… actividades que, lejos de parecer anticuadas, despiertan un gran interés entre adolescentes y jóvenes adultos.
“Nos dimos cuenta de que mucha gente buscaba algo más que entretenimiento: querían conexión”, explica Rosa Torres, modista jubilada que hoy dirige dos talleres gratuitos. Según ella, estas sesiones han servido para algo más que difundir técnicas textiles. “Niñas de 15 años sientan al lado de señoras de 80 que les cuentan anécdotas de la guerra, del hambre, de cómo improvisaban los vestidos con lo que encontraban. Es una transmisión de memoria viva”.
Este tipo de iniciativas reciben apoyo del consistorio local, que ha habilitado una sala en el Centro Cultural para seguir con las clases durante el invierno.
La Romería de San Gregorio: de símbolo apagado a cita imprescindible
Durante mucho tiempo, la Romería de San Gregorio fue considerada una festividad menor. Aunque se celebraba cada año, la asistencia había disminuido drásticamente. El número de carretas, cantos y peregrinos se había reducido al mínimo. Hoy, en cambio, la romería ha vuelto a brillar gracias al empuje de varias familias jóvenes que decidieron organizarla con un enfoque colaborativo y familiar.
En 2021, solo tres familias participaron. En 2023, las cifras oficiales hablaban de más de 30 agrupaciones, muchas de ellas formadas por hijos, padres y abuelos. Las redes sociales también han jugado un papel clave, permitiendo a los vecinos compartir fotografías, vídeos y curiosidades sobre la festividad, fomentando así que más personas se sumen.
La clave de su renovación está en el enfoque inclusivo. Además de los tradicionales cánticos religiosos, se han incorporado concursos de cocina tradicional, actividades para los niños y hasta exposiciones de fotografías antiguas.
El horno comunal y la vuelta del pan de leña
Uno de los patrimonios más olvidados de Paredes de Melo era su antiguo horno comunal. Ubicado en una pequeña nave en desuso en la calle Mayor, había quedado reducido a un simple almacén. Poco a poco, y con la ayuda de voluntarios, ha sido restaurado y ahora vuelve a utilizarse cada último sábado de mes para hornear pan de leña según la receta tradicional.
La idea de recuperar el horno surgió durante la pandemia, cuando varias familias decidieron volver a hacer pan en casa. Al descubrir que el antiguo horno todavía estaba en buenas condiciones estructurales, propusieron al Ayuntamiento su restauración. Tras varios meses de trabajo, el espacio no solo volvió a estar operativo, sino que se convirtió en un punto de encuentro comunitario.
“Al principio venían unos pocos curiosos, ahora hay que hacer lista de espera para cocer”, señala entre risas José Luis Romero, panadero jubilado que actúa como maestro del proceso. Los días de horneada se acompañan con mercadillos de productos caseros, degustaciones y sesiones de música tradicional.
El regreso de las rondas nocturnas
Las rondas eran una costumbre muy extendida hasta mediados del siglo XX. Consistían en grupos de amigos que cantaban a las mozas del pueblo bajo la luz de la luna, acompañados por guitarras, laúdes y bandurrias. Con el tiempo, esta práctica desapareció, desplazada por las discotecas y los nuevos estilos musicales. Pero en Paredes de Melo, esta tradición ha vuelto a escucharse gracias a un grupo de jóvenes músicos locales que se autodenominan “Los Ronderos del Júcar”.
Cada mes, organizan una velada en la que recorren las calles del casco viejo interpretando canciones populares recopiladas por los mayores. Lo que empezó casi como una broma se ha convertido en un fenómeno cultural que atrae incluso a visitantes de otras localidades.
“Nos gusta hacer una parada en cada calle, contar una historia sobre la canción que vamos a tocar e invitar a los vecinos a unirse. Es como si devolviéramos vida a las esquinas”, comenta Ángel Navarro, guitarrista y fundador del grupo.
Reencuentros con la cocina de antaño
La gastronomía tradicional también forma parte de este renacer. Platos como las gachas de pastor, el gazpacho manchego o el atascaburras vuelven a protagonizar los menús de ciertos bares y, sobre todo, de las celebraciones populares. Varias madres jóvenes del municipio han comenzado a organizar “tardes de cocina de abuela”, donde se preparan recetas olvidadas en compañía de mayores del pueblo.
Estos encuentros, que funcionan como talleres en casas particulares, sirven tanto para aprender como para generar comunidades. Cada sesión suele terminar con una cena compartida, en la que los participantes disfrutan de los platos elaborados y se intercambian consejos.
Además, la cooperativa local de productos ecológicos ha empezado a comercializar una línea de conservas y dulces basada en recetas tradicionales, como las tortas de manteca, el membrillo o las berenjenas en escabeche, todas elaboradas en pequeños lotes y con ingredientes de proximidad.
Herencia viva: más allá de la nostalgia
Lo más significativo de este fenómeno es que no se trata de un intento por revivir un pasado idealizado, sino de recuperar elementos útiles, emocionales y comunitarios que habían quedado marginados. Las nuevas generaciones no replican las tradiciones tal como eran, sino que las adaptan, las reinterpretan y las vuelven a llenar de sentido.
En tiempos donde predomina la inmediatez y el individualismo, resulta especialmente valioso observar cómo jóvenes, adultos y mayores se reúnen para celebrar lo que une, para aprender unos de otros y para construir un futuro anclado en la identidad local. Estos brotes de memoria activa no solo embellecen la vida cotidiana: la enriquecen, la cohesiona y la proyectan hacia adelante.
Como diría cualquier vecino: “Esto no es solo mirar atrás. Es mirar bien hacia dónde vamos”.