Orígenes devocionales y primeras celebraciones
Las fiestas patronales en honor a la Virgen del Rosario tienen en Paredes de Melo una historia profundamente arraigada que se remonta al siglo XVIII. Aunque no existen documentos oficiales que fijen una fecha exacta de inicio, los registros eclesiásticos indican que ya en 1740 existía una fuerte devoción popular hacia la Virgen, impulsada por las cofradías del Rosario, muy activas en la región de la Alcarria conquense.
En aquellos primeros años, las celebraciones eran esencialmente religiosas. La misa solemne, acompañada de procesión por las calles del casco antiguo, constituía el eje central. Los vecinos adornaban sus balcones con mantones y colchas bordadas, y los niños, vestidos de domingo, lanzaban pétalos al paso de la imagen. Aquellas fiestas eran sobrias, íntimas y profundamente espirituales.
Del recogimiento a la participación popular
Con la llegada del siglo XIX y la consolidación de la estructura municipal, las fiestas comenzaron a adquirir un carácter más participativo. La dimensión religiosa se mantuvo, pero aparecieron nuevos elementos que enriquecieron la experiencia colectiva. El Ayuntamiento, en colaboración con la parroquia, promovía actividades festivas como verbenas, juegos populares y competiciones deportivas.
Los documentos del archivo municipal recogen cómo a finales del siglo XIX se institucionaliza el baile en la plaza, amenizado por bandas locales. También son de esta época las primeras ferias con motivo de la festividad, que incluían puestos de productos artesanos y atracciones sencillas, como carruseles de madera impulsados a mano.
Transformaciones del siglo XX: entre tradición y modernidad
El siglo XX fue testigo de una evolución notable en la manera de celebrar la festividad de la Virgen del Rosario. Si bien los primeros años mantuvieron la línea tradicional, las décadas de 1950 y 1960 introdujeron una modernización generalizada de las actividades.
El desarrollo económico del país y el retorno de emigrantes durante las fiestas trajeron consigo nuevas propuestas culturales. Los bailes pasaron a celebrarse en las antiguas eras, primero con gramolas y después con orquestas. La aparición de las primeras casetas cambiaba la fisonomía del pueblo durante los días grandes.
Un ejemplo especialmente recordado por los mayores del pueblo es la “tómbola benéfica”, organizada por la parroquia y la asociación de mujeres, cuyos premios iban desde manteles bordados hasta radios portátiles. Esta actividad, nacida en los años 70, se convirtió en un símbolo del carácter solidario de Paredes de Melo.
Años difíciles y fidelidad a las raíces
Como en tantas otras localidades de la España interior, Paredes de Melo no fue ajeno a las dificultades de las últimas décadas del siglo XX. La despoblación, el envejecimiento de la población y la disminución de recursos afectaron a la organización de las fiestas patronales. Sin embargo, nunca dejaron de celebrarse.
Gracias a la implicación de las peñas jóvenes y la colaboración de los vecinos, las fiestas siguieron siendo un punto de encuentro. La procesión del domingo seguía reuniendo a los devotos, mientras que las comidas populares y los concursos de disfraces ganaban protagonismo. Las floristas seguían cuidando los arreglos del altar y las bocinas anunciaban con júbilo la llegada del día grande.
La esencia del presente: tradición con iniciativa
Hoy en día, las fiestas patronales de la Virgen del Rosario representan una combinación equilibrada entre el respeto a las tradiciones religiosas y una programación festiva diversa que busca implicar a todas las generaciones. Los actos litúrgicos, encabezados por la misa y la procesión con la imagen de la Virgen por las calles engalanadas, siguen siendo el corazón de la festividad.
A esto se suman iniciativas nuevas como las siguientes:
- El pregón de inicio de fiestas, a cargo de un vecino destacado por su labor en la comunidad.
- Concursos gastronómicos que recuperan recetas locales como el morteruelo, las galletas de anís o los bizcochos de almendra.
- Actividades para los más pequeños, incluyendo talleres de manualidades, cuentacuentos y gymkanas.
- Actuaciones nocturnas con orquestas regionales, tributos musicales y espectáculos de luz.
Además, se ha consolidado una tradición reciente: el homenaje a los mayores del pueblo, un acto emotivo que sirve para reconocer públicamente su contribución a la conservación de la identidad local.
Testimonios que dan voz a la historia
Ana María, vecina de 78 años, recuerda con cariño la fiesta en sus años de juventud: “Íbamos en grupo a la misa, vestidas de punta en blanco, y después venía el baile. Mi abuelo tocaba el clarinete en la charanga.”
José Manuel, miembro de la comisión de fiestas, apunta: “Nuestra idea es mantener lo de siempre, pero con un lenguaje que atraiga también a los más jóvenes, sin perder lo esencial.”
Es esta mezcla de respeto, creatividad y sentido comunitario lo que ha permitido a las fiestas de la Virgen del Rosario mantenerse vivas, incluso en los periodos más complejos.
La Virgen del Rosario: símbolo de identidad
Más allá de los actos concretos, lo que verdaderamente vertebra la celebración es el vínculo emocional con la patrona. La Virgen del Rosario no es solo una figura religiosa: es símbolo de protección, pertenencia y arraigo. Su imagen en la iglesia y durante la procesión despierta en muchos la memoria de generaciones pasadas, de promesas cumplidas, de manos unidas en oración durante tiempos difíciles.
En un mundo cada vez más acelerado y fragmentado, las fiestas patronales siguen ofreciendo un espacio de pausa y reencuentro. De ahí la importancia de cuidarlas, de transmitir su historia y su sentido a las nuevas generaciones. Porque cada vez que suena el repique de campanas y los cohetes anuncian la salida de la Virgen, Paredes de Melo revive lo mejor de sí misma.
Mirando al futuro con raíces firmes
La evolución de las fiestas de la Virgen del Rosario demuestra que la tradición no está reñida con la adaptación. Lejos de fosilizarse, estas celebraciones han sabido reinventarse sin desvirtuar su origen. Hoy son un motor de cohesión social, un escaparate cultural y una muestra viva del carácter hospitalario de la villa.
Queda en manos de todos —organizadores, vecinos, instituciones y visitantes— seguir alimentando este espíritu de comunidad. Porque las fiestas patronales no son solo una fecha en el calendario: son el reflejo de un pueblo que no olvida quién es ni de dónde viene.