Cómo ha cambiado la vestimenta típica de nuestros antepasados hasta hoy según los archivos fotográficos

Cómo ha cambiado la vestimenta típica de nuestros antepasados hasta hoy según los archivos fotográficos

La vestimenta típica representa algo más que simple ropa: es un reflejo de nuestras raíces, de las formas de vida de quienes nos precedieron y de cómo se adaptaron al entorno y a su tiempo. En Paredes de Melo, como en tantos otros pueblos manchegos, la indumentaria tradicional ha vivido una clara evolución. Gracias a los archivos fotográficos conservados en muchas casas y asociaciones locales, podemos rastrear cómo ha cambiado el modo de vestir de nuestros antepasados hasta hoy.

Una vestimenta ligada al trabajo y a la vida cotidiana

Durante buena parte del siglo XIX y XX, la ropa que vestían hombres y mujeres en Paredes de Melo respondía a la necesidad práctica antes que al adorno. El clima, la actividad agrícola y ganadera, y la escasez económica dictaban el estilo: ropas resistentes, tejidos duraderos como lana, algodón o lino, y colores apagados que no delataban demasiado el polvo o las manchas.

En las imágenes más antiguas –especialmente las que datan de principios del siglo XX– los hombres aparecen con pantalones de lana o pana oscuros, camisa blanca o beige y una faja. Muchos llevaban chaleco y boina, elementos casi inseparables en las faenas del campo. Las mujeres, por su parte, usaban faldas largas hasta el tobillo, en ocasiones con refajo, blusas de manga larga y pañuelos en la cabeza, especialmente las más mayores.

¿Dónde podemos ver esto? Basta con revisar los álbumes familiares. Algunas familias de la localidad conservan verdaderas joyas de la memoria: retratos de abuelos enmarcados en campos de trigo, con esas ropas que hoy resultan casi ceremoniales pero que entonces eran la norma diaria.

La indumentaria de fiesta: más que una prenda, una declaración

Más allá de la ropa de trabajo, existía la llamada “ropa de ir a misa” o “ropa de los domingos”, reservada para ocasiones especiales. Las mujeres sacaban sus mejores mantones bordados y joyas heredadas, muchas veces confeccionadas por artesanos locales. Los hombres, por su parte, dejaban el sombrero de paja y lucían sombreros de fieltro, camisas almidonadas y chaquetas que pasaban de generación en generación.

Durante las fiestas patronales, especialmente en honor a la Virgen del Remedio o San Roque, se podía ver un despliegue único: trajes típicos bordados, medias de colores, alpargatas de esparto decoradas, y el infaltable pañuelo cruzado en el pecho. No era solo tradición; era identidad.

De lo funcional a lo simbólico: los cambios tras los años 60

Los cambios sociales y económicos de las décadas de los 60 y 70 supusieron una transformación gradual, pero constante. La mecanización del campo, la emigración a las ciudades y la llegada de nuevas influencias culturales propiciaron un cambio en los hábitos de vestimenta.

Entre las décadas de los 70 y 90, muchas mujeres empezaron a usar vestidos estampados más modernos, algunos traídos de Madrid o Cuenca en las ferias. Los hombres, por su parte, abandonaron la pana y empezaron a vestir camisas de colores claros, incluso vaqueros. Aunque el sombrero mantuvo su uso entre los mayores, fue desapareciendo entre los jóvenes.

Los archivos fotográficos muestran esta transición con claridad: álbumes donde, en apenas dos décadas, se pasa de ver figuras vestidas casi como en el siglo XIX, a retratos familiares más casuales, alineados con la moda nacional del momento. La televisión, los medios de comunicación y el cine también jugaron su papel: lo que se veía en la pantalla acabó influyendo en lo que se elegía para vestir.

La revalorización de la vestimenta tradicional

Curiosamente, en los últimos años se ha producido el fenómeno contrario: una revalorización de la indumentaria tradicional. Lo que durante décadas se vio como « ropa vieja » ahora se percibe como patrimonio cultural. No son pocos los jóvenes del municipio que participan con entusiasmo en las recreaciones históricas, ferias y fiestas culturales vistiendo los trajes típicos de nuestros abuelos.

De hecho, en algunas actividades organizadas por el ayuntamiento o asociaciones culturales, se llevan a cabo talleres de confección de refajos, bordado de corpiños y restauración de vestimenta antigua. Se trata de un movimiento que busca preservar no solo las prendas en sí, sino el conocimiento ligado a su elaboración: saber escoger una tela, bordarla, coserla a mano, combinarla con el calzado adecuado…

Además, varios fotógrafos de la localidad –entre ellos María Eugenia López y Joaquín G. Medina– han realizado exposiciones donde se pone en valor esta indumentaria mediante retratos contemporáneos inspirados en el estilo de antaño, junto a fotografías originales que sirven de punto de comparación.

La importancia de los archivos fotográficos locales

Gran parte de la información que conocemos sobre cómo vestían nuestros antepasados no proviene solo de libros o documentos, sino de fotografías: imágenes sepia, algunas descoloridas pero llenas de vida, que nos hablan de un tiempo que ya no existe pero que nos sigue definiendo.

En Paredes de Melo, varias familias han contribuido a proyectos de digitalización de archivos fotográficos. La asociación cultural « Raíces de Melo », por ejemplo, lleva más de diez años recopilando y escaneando imágenes cedidas por los vecinos. Cada imagen, además de documentación visual, lleva consigo una historia: una boda, una fiesta, una jornada de labranza, un día de feria…

He aquí algunos elementos recurrentes documentados en los archivos locales:

  • Chalecos bordados: usados por hombres durante festejos. Se bordaban a mano y cada familia tenía sus propios diseños.
  • Pañuelos de tres picos: muy comunes entre mujeres, sobre todo en invierno. Protegían del frío y aportaban elegancia.
  • Los tapabocas: que no eran por motivos sanitarios, sino como protección contra el sol y el polvo, principalmente usados durante las faenas.
  • Zapatos de clavo: aquellos que se “pasaban” de hermano a hermano, y que se calzaban solo para ocasiones señaladas.

Estas pequeñas piezas tejidas o bordadas son, en realidad, capítulos de una historia local que no debe olvidarse.

Preservar el pasado para entender el presente

¿Cómo habríamos sabido todo esto sin las fotografías? ¿Sin el testimonio de nuestros mayores explicando quién era ese bisabuelo con bigote grueso y pantalón bombacho, o esa tía lejana con falda plisada y cinturón ancho en blanco y negro? La imagen fija tiene ese poder: detener el tiempo para contarnos algo valioso en silencio.

Hoy, en un mundo cada vez más uniforme en cuanto a moda, la recuperación de elementos típicos de Paredes de Melo no solo despierta curiosidad sino también identidad. Ya sea en una exposición, en una celebración o en una ruta turística, redescubrir cómo vestían nuestros antepasados nos ofrece una nueva dimensión sobre quiénes somos como comunidad.

Si conserva usted fotografías de sus abuelos o bisabuelos en vestimenta típica, no las deje en un cajón. Entréguelas a la historia viva del pueblo. Pueden ser la pieza que falta en el puzle de nuestra memoria colectiva.